lunes, 23 de mayo de 2016

Antonio García Nossa y su pensamiento universal



Indigenista y humanista impulsó el estudio de la economía política y la "cuestión agraria" en el país. Octava entrega de la serie “Grandes maestros” de la Universidad Nacional.


Encuentro en la biblioteca familiar un ejemplar de “Los Comuneros”, editado por Plaza & Janés en Bogotá, 1981, doscientos años después de aquella “pre-revolución” que terminó con la traición de las autoridades, con los campesinos atascados en la miseria de lo poco que nos tocaron las reformas borbónicas, y con un José Antonio Galán martirizado, desmembrado y disperso por la región que vio nacer la rebelión. 

El autor del libro fue, desde luego, Antonio García Nossa, y fue publicado un año antes de su muerte, en el contexto de otras varias publicaciones que competían por ser las mejores remembranzas de la insurrección comunera al cumplirse su bicentenario, sin que alguna de ellas estuviera a su altura. Y no es para menos: abogado de profesión, egresado de la Universidad del Cauca el 28 de junio de 1937, pero economista, historiador e indigenista por pura y simple erudición, el profesor García era, ante todo, un reivindicador histórico de las causas de los excluidos y olvidados en Colombia, de aquellos de quien Dostoyevski diría que son, y han sido, “humillados y ofendidos”, y que en este país y en el resto del continente adoptan el nombre común de indígenas, de asalariados, de obreros.

Tomó posesión del puesto de profesor en la Universidad Nacional el 16 de febrero de 1938, y allí llegó con su ímpetu renovador no solo para transmitir lo que sabía sobre comercio internacional, derecho agrario y economía política entre los estudiantes de Derecho, sino para reiniciar los estudios de economía como una ciencia autónoma. Esta iniciativa fue trascendental para la Universidad, porque ya para 1928 se había creado una Facultad de Ciencias Económicas, dependiente de la de Derecho, cuyas actividades se suspendieron, sin razón aparente, después de 1930. La idea era que la comprensión del fenómeno económico era indispensable para entender a la sociedad en su conjunto, incluyendo al Derecho.

Con eso en mente, y después de sobrepasar obstáculos que iban desde trabas burocráticas hasta la incomprensión y el escepticismo del presidente López Pumarejo, el maestro García fundó en 1945 -siendo rector el profesor Gerardo Molina- el Instituto de Ciencias Económicas como una dependencia de la Facultad de Derecho, con algunos profesores que antes habían venido de España huyendo de la guerra civil. Luego, gracias al Acuerdo No. 9 del Consejo Directivo de 1952 (como se llamaba el órgano superior de la Universidad en esa época), el Instituto se refundaría como una Facultad independiente. Por este motivo, y por la publicación en formato de libro de sus conferencias sobre las “bases de la economía contemporánea” el profesor Kalmanovitz le otorga el título de “fundador de la economía política del país”.

Ahora bien, teniendo en cuenta el perfil de su formación académica, la reivindicación que el maestro hizo de los débiles y de los olvidados estuvo lejos de ser el simple discurso ideológico sin más amparo que la demagogia retórica. Por ejemplo, uno de los mejores estudios sistemáticos (hasta el día de hoy) sobre la vejación social indígena a partir de su situación económica, fue de autoría suya, titulado “Regímenes indígenas de salariado: del salariado señorial al salariado capitalista en la historia de América”, publicado en 1953 por el Instituto Indigenista Interamericano, en México. Hacía una exposición científica del régimen jurídico que soportaba, desde la colonia, la apropiación del trabajo indígena por sus patronos, cualquiera que haya sido la forma en que hayan sido explotados.

Sobre ese texto, quien fuera uno de los mayores cultivadores de la denominada “legislación de indias” en España y en América, José María Ots Capdequí (también profesor de la Universidad Nacional), dijo lo siguiente: “el autor de este estudio, economista colombiano de alto prestigio y documentado investigador indigenista, nos ofrece el más certero y sistemático análisis del salariado en las llamadas regiones marginales de las distintas comarcas de Colombia, que va precedido de una magistral exposición histórica sobre el salariado en mitas y obrajes de la época colonial y sobre el salariado artesanal en la Colonia”.

Antonio García había sido el formulador del famoso “Plan Gaitán”, que fue la plataforma en la que se sustentó la política económica del caudillo liberal, y que ubicaba al Estado como el director de la industrialización de la sociedad; planteaba una reforma agraria fundada en unidades agrícolas, cooperativas agrarias y propiedad comunal. Por eso, cuando asesinan a Gaitán y se sofocan las revueltas populares en todo el país, por orden de Laureano Gómez lo destituyen de su cargo docente en la Universidad, de manera que en 1950 fue retirado a la fuerza de sus cátedras, y del Instituto de Ciencias Económicas. Quizás su obra más conocida, la citada “bases de economía contemporánea”, que de ninguna manera era marxista -quizás más bien keynesiana-, fue atacada por el gobierno conservador y tachada de subversiva, de peligrosa para la estabilidad del país.

Por eso, es posible afirmar que su paso por la Universidad Nacional estuvo signado por los obstáculos administrativos y la persecución política. Expulsado en 1950 por su cercanía con el gaitanismo, tuvo que darle poder a un abogado para que le ayudara con el trámite del pago de sus cesantías. Se las habían liquidado mal, no le tuvieron en cuenta el tiempo que había trabajado como profesor desde 1942 hasta 1945 (año en el cual fue nombrado como profesor titular y de dedicación exclusiva, que es el cargo docente más importante y de mayor prestigio). El trámite salió mal: le negaron sus recursos. El abogado al que había dado poder no era otro que Guillermo Hernández Rodríguez, otro de los padres del liberalismo social en Colombia, de los primeros en acudir a las categorías del marxismo para explicar la historia nacional (con Luis Eduardo Nieto Arteta), y que habría de decir sobre su amigo y protegido, ya después de muerto, que “si no matan a Gaitán, García habría cambiado el curso económico del país”.

Los anales dicen que Antonio García reingresó a la Universidad como profesor titular el 10 de febrero de 1969. Su renovada vinculación duró apenas un par de años, porque el gobierno de Misael Pastrana, a través del ministerio de educación, acusó a algunos profesores de “cohonestar los desafueros que en el claustro universitario se cometen por los estudiantes y por gentes extrañas a él”, una forma bonita de tacharlos de anapistas, que para el presidente de la época representaba una dignidad política de igual o peor calaña que el comunismo (lo que no deja de ser paradójico, dada la prohibición que hizo Rojas Pinilla del comunismo en el país). Por eso, el rector Luis Duque Gómez, camarilla del gobierno, realizó una purga de docentes sospechosos para el establecimiento, dentro de los que destacaba por su prominencia el profesor García, que no sólo había apoyado a los estudiantes en sus querellas públicas, sino que abiertamente militó en la ANAPO. Su cargo académico, por órdenes de arriba, dejó de renovarse el 31 de enero de 1973. El gobierno festejó la purga y felicitó al rector, porque la Universidad había llegado a convertirse en un “simple centro de agitación política”.

Luego, otra vez, regresó a la Universidad con ocasión de la rectoría del penalista Luis Carlos Pérez, también abogado de la Universidad del Cauca, situado mucho más hacia la izquierda del pensamiento político que el mismo Gerardo Molina. Reingresa formalmente el 12 de noviembre de 1974, lo nombran vice-rector académico, y según las actas, en ese cargo priorizó la realización de investigaciones académicas; promovió métodos de integración académica entre las universidades del Estado con las universidades de los países andinos y latinoamericanos; y propuso estudiar críticamente los problemas elementales (de ayer y hoy) de la Universidad, como la apertura de cupos, el mejoramiento de la calidad académica, la promoción de postgrados y el incremento del presupuesto de inversiones en personal docente cualificado.

Su peso académico internacional era tal, que la Universidad se lo tenía que prestar a Europa para que fuera él quien dirigiera seminarios y simposios sobre economía política, reforma agraria, política laboral y demás lindezas que en América Latina eran motivo de preocupación entre la clase política dirigente porque se asociaban con el enemigo interno, ese que había que aniquilar por completo: el comunismo. Me permito citar un memorando interno de la Universidad, del 12 de abril de 1972, que ilustra lo dicho: “de conformidad con lo aprobado por el Consejo Directivo de la Facultad en su sesión del 7 de los corrientes (Acta No. 17), previo concepto favorable del Comité de Personal Docente, de la manera más atenta solicito a usted de (SIC) sirva tramitar una comisión remunerada por el término de tres (3) semanas, contadas a partir del 17 de abril/72, para el Dr. ANTONIO GARCIA N., profesor titular del Departamento de Economía. El Dr. García ha sido invitado por la Fundación Alemana para los Países en Vías de Desarrollo a fin de dirigir un Seminario sobre problemas de empleo en áreas rurales de América Latina, que dictará en la Universidad de Münster”.

El maestro, además de profesor de la Universidad Nacional, fue economista consultor de la CEPAL, en Chile, durante 1957; asesor en cuestiones de reforma agraria del gobierno de Bolivia, entre 1958 y 1960; asesor del Departamento de Asuntos Agrarios del Gobierno de México, entre 1960 y 1961; asesor del Instituto de Colonización y Reforma Agraria del Gobierno del Ecuador, en 1962; profesor invitado de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Universidad Central de Venezuela, de la Universidad Central del Ecuador, y de la Universidad de Chile, entre otras tantas.

Para terminar, vale la pena mencionar que Lewis Hanke, un historiador norteamericano que se hizo célebre por su libro “la lucha por la justicia en la conquista de América”, en la que resaltaba el papel de Bartolomé de las Casas como adalid de la causa indigenista en el Siglo XVI, y que era un profundo conocedor de la historia latinoamericana, llegó a decir del maestro García, y de su libro “la rebelión de los pueblos débiles” (1955), lo siguiente: “Antonio García, profesor de Economía, que ha guiado al Partido Socialista de Colombia, representa un nuevo punto de vista en América Latina. No está a favor de los Estados Unidos ni se halla sometido a la línea del partido soviético. El profesor García cree que la América Latina necesita emplear eficazmente sus propios recursos más bien que insistir que una riada de dólares sea necesaria para su salvación”.


Fuente: El Espectador
Por: David E. Llinás Alfaro*
*Profesor de Teoría e Historia Constitucional, Universidad Nacional de Colombia
Twitter: @davidllinasal